domingo, junio 27, 2010

Canciones para una futura madre(1)

"Desde que el alba quiso ser alba, toda eres madre" (Miguel Hernández)

1. Tan solo una mujer.

Tan solo eres una mujer
pero eres la mujer más hermosa de la Tierra.
Nada se puede comparar
a lo que tu cuerpo encierra.

Tan solo eres una mujer
pero eres una fuerza de la Naturaleza,
parturienta de alegrías,
vencedora de la tristeza.

Tan solo eres una mujer
pero estás haciendo historia
porque lo que tu cuerpo cobija
perpetuará nuestra memoria.

Tan solo eres una mujer
pero eres la más fertil de todas las esposas.
Te quiero a y a lo que viene
por encima de todas las cosas.

sábado, junio 19, 2010

Clave 80(2)

2. Bar Mongoo

Nunca digas nunca. Jamás. Nunca digas: "Yo nunca tendré móvil". A los pocos meses estarás como loco por bajarte el último politono de moda. Nunca digas: "Yo nunca tendré novia". Tras largos años de espera, te casarás y buscarás al churumbel. Nunca digas: "Yo nunca entraré en un bar de alterne". Ponte a trabajar como repartidor de una conocida cadena de supermercados y por si no te han puteado lo suficiente allí, ves a llevar un pedido a un sitio donde mujeres más puteadas que tú se dedican a ser putas. Y valga la redundancia.
Ocurrió una calurosa tarde de Julio. La mitad de la ciudad se había ido de vacaciones y la otra mitad estaba esperando a que volviese esa otra mitad para poder marcharse también. En definitiva, Zaragoza entera estaba de vacaciones. ¿He dicho entera? ¡No! Los sufridos trabajadores del sector comercial, algún funcionario despistado, el sastre de Camps, la Familia Real...tenían que trabajar y también curraban en la profesión más antigua del mundo. En la calle Escosura y alrededores, saben de lo que les hablo.. Y justo en la puerta de un bar, estacionó una furgoneta blanca con letras verdes. El repartidor se alegró por la suerte que había tenido de aparcar justo enfrente pero la alegría se esfumó en unos segundos al comprobar donde tenía que llevar el pedido. El bar tenía una puerta de madera que impedía ver el interior. El pobre hombre se acercó a ella con la carga y la abrió...
Una bofetada de aire viciado y vicioso le azotó en toda la cara. El interior estaba algo oscuro pero se podía distinguir, a la derecha, la barra del bar, con las estanterías repletas de whisky, ron, etc. Todas las botellas eran de marcas muy famosas, el interior de ellas ya no tanto...A la izquierda había un diminuto sofá donde estaban sentadas tres mujeres africanas hablando entre ellas en swahili o algo parecido. Las tres dejaron de hablar y miraron fijamente al repartidor.
-Buenas tardes, ¿dónde dejo esto?-
De detrás de la barra, salió otra mujer. A pesar de la oscuridad del sitio y de la oscuridad de su piel, se veía perfectamente que sus tetas luchaban desesperadamente por salirse del escaso escote de su dueña y golpear en la cara al repartidor e incluso sacarle un ojo con alguno de sus pezones...El repartidor suspiró, aún le quedaban un par de viajes más para completar el reparto.
La madamme le condujo a un angosto pasillo que comunicaba con las habitaciones. Una de ellas tenía la puerta abierta. Un camastro, un bidé y una papelera eran su mobiliario. "¿Para qué más?" pensó el repartidor. Acabó el primer viaje. En el segundo no pudo evitar fijarse en el cuarto de baño, con esa papelera escupiendo compresas por doquier. Aún quedaba un último viaje de tan solo cuatro cajas llenas de enjuagues bucales y similares. Al ver el contenido del mismo, nuestro sufrido repartidor no pudo evitar reirse y hacer bromas mentales del tipo:
"Esto debe ser por si le dan un pollazo en toda la boca" o "¿Para qué quieren crema dientes blancos?¡Si más blancos los dientes no los van a tener!" Sí, en efecto, nuestro esforzado repartidor era más basto que la lija del cuatro...Cuando por fin terminó, esperó a que le pagasen por el servicio realizado. Pensar que ahora eran las prostitutas las que le estaban pagando a él, le produjo una extraña sensación al repartidor. O era eso o era que mientras estaba esperando a que le pagaran, las tres mujeres del sofá de nuevo habían dejado de hablar y de nuevo le estaban mirando. El repartidor aguantó estoicamente, recibió el dinero, fuese y no hubo nada...

sábado, junio 05, 2010

Clave 80(1)

1. El olor

El olor tenía el pelo grasiento, la mirada temblorosa y las uñas más negras que el carbón. El olor llevaba puesto un polar verde cubierto de manchas. Debajo del polar se veía un jersey viejo y del mismo color que el polar. Sus pantalones, sucios, raídos y manchados, iban a juego con el resto del conjunto. Si no fuera por la edad del hombre, por su generosa barriga y por su nulo sentido del higiene más elemental, se podría decir que estaba opositando con ahinco para Guardia Civil o agente forestal. Lo único que desentonaba con el verdor general era el calzado, de un color del cual los académicos de la lengua estarían de acuerdo en describirlo como color mierda. El olor cogió un tetrabrick de vino y se dirigió a la caja...
Dos minutos antes de que el olor fuese a pagar su compra, la cajera, joven, risueña, novata, se afanaba por dejar limpia su caja, por encarar lo que tenía cerca y recogerlo todo muy bien recogidico. Un minuto antes de que el olor se acercase a su caja, ella ya percibía algo extraño en el ambiente. Miró en la papelera, por debajo de su silla, entre las bolsas de plástico...pero no encontraba el origen del hedor que poco a poco iba aniquilando el aire fresco de su alrededor. Treinta segundos antes de que el olor se plantase delante de ella, sus mejillas sonrosadas se habían vuelto traslúcidas, su sentido del equilibrio estaba huyendo en masa y unas nauseas enormes se estaban apoderando de ella.
Por fin, el olor puso el cartón de vino encima de la cinta. La cajera, en estado de trance, musitó un "Buenos días". Podría haber hecho eso como podría haber vomitado allí mismo. El olor le extendió las monedas. La cajera las cogió, con asco y aprensión muy bien disimulados, y las metió en el cajetín con una velocidad asombrosa y le dio el ticket. El olor lo tocó pero lo dejó caer sobre la cinta. La cajera ni se atrevió a moverlo de allí. Poco a poco se alejó, con su tufo verde, volviendo el oxígeno a su lugar, devolviendo el color perdido a la cajera y contribuyendo con entusiasmo al marasmo de olores de la calle...